Dos vidas paralelas
Descripción de la publicación.
10/4/20253 min read
Dos vidas paralelas
–Suena la alarma–
Café y baño por la mañana,
disgusto en el cuarto con su pareja:
María una vez más dejó la plancha del pelo encendida,
la ropa regada como si se tratase
de una especie de saqueo en el departamento.
Para ella,
una completa obra de arte
o algo parecido a marcar territorio.
Y por si fuera poco,
hay pelea en la tarde al regresar del trabajo,
debido a sus besos
y sus abrazos a medias,
que no dejan nada más que frío.
Así es como lo cuenta su pareja
después de pedir otra ronda con sus amigos,
intentando ahogar el amargo recuerdo,
como una especie de quita arrugas para el corazón.
María, enfadada al día siguiente
por todo el escándalo que se traía su pareja,
en venganza decide no poner a trabajar la prensa italiana,
sale por un café a media vuelta.
Romina, de nuevo enfadada
por los platos sucios en el fregadero.
Una noche más donde esperó paciente en la puerta a Joaquín,
como quien espera a su dueño
hasta que regresa del trabajo.
Cansada de la tarde,
duerme desolada,
no hubieron velas ni cena para dos.
Joaquín llega a medianoche
con un olor asemejado
a uno de los que no se ven en el tocador de Romina,
y con ella misma soñando
a esas horas de la noche.
Hoy por la mañana
el gato les comió la lengua a ambos,
y Joaquín, cansado de la noche anterior,
molesto por aquel café
que no le preparó su mujer,
sale a la cafetería de la esquina
para soportar el día.
Algo fascinante:
el momento en el que Joaquín
se ve obligado a abrirle la puerta a María
para darle paso a la cafetería.
Coincidencia:
el americano que están por pedir ambos,
y muchas ganas de preguntarse cómo va su día.
Agradecidos de tener
un poco de adrenalina por la mañana,
ambos se sientan a conversar
y cada mirada que se arrojaban
dejaría perplejo
a todo el equipo de nado sincronizado.
María cede un poco de sí,
y Joaquín, que no tenía ninguna cuerda amarrada,
se comienzan a ver día tras día,
el café por la mañana
para sus parejas podía esperar.
Cinco sesiones de plática breve,
pero cada una con más ganas
de volverse a ver cada día que transcurría.
Vuelve el lunes por la mañana,
en el mismo punto de las 8,
una semana después,
en esta misma cafetería
como si solo existiese un solo lugar al cual acudir.
Se rumora por las calles
que María ha decidido dejar de compartir cama con su pareja,
o mejor dicho,
este ring de box.
Orgullosa se dirige hacia el café
como si acabara de comprar dos vuelos en primera clase
con destino a la isla del Amor.
–Llega a sentarse–
pide lo mismo de siempre:
americano con una cucharada de azúcar
y una rodaja de lima aparte.
Es aquí cuando escucha detrás de ella
esa voz grave,
del otro dueño del boleto con destino a la isla.
Nerviosa,
esperando a que pase Joaquín por al lado de ella
y este roce genere de nuevo un choque de chispas
y ahora, por primera vez, un incendio.
Hoy que todo mundo está de pie,
todos los estadios llenos,
las televisoras transmitiendo por pago por evento,
los periódicos listos para mañana
sacar la portada
de estos dos nadando felizmente en dicho paraíso.
Le parece escuchar la voz de otra mujer,
una encantadora voz con un acento un poco distinto,
algo que pinta hacia el sur.
Lentamente María voltea
y es lo que parece ser:
Joaquín con otra mujer,
seguramente la que duerme al lado izquierdo de su cama.
Estos se sonríen,
y parecen ser fuegos artificiales
lo que sale detrás de ellos,
como si se conociesen de toda la vida.
Pasos torpes
y uno que otro comentario atrevido,
pasan rozando la mesa de María
como una especie de proyectil
pasando cerca del objetivo.
Recogen su café,
abandonan,
y María desolada,
sin encontrar su cara,
perdida en la vergüenza,
sin reconocerse a través de ese reflejo en el café.
Se levanta,
y en seguida un pénalti
que pintaba en el minuto 90 en contra del Barça
es reventado y sale de lugar.
Ahora todos vuelven a las butacas desanimados.
María sale del café,
y una parte rayada en un disco compacto
que nunca más podrá volver a reproducir.
Entre mares y mares de gente,
con 8:15 am en la mano
y un trabajo donde la esperan,
María decide, arrastrando pies,
marchar hacia este,
perdiéndose poco a poco
entre todos los espectadores.